No es violencia juvenil, que nadie se equivoque. No es violencia generada en
alocados fines de semana de alcohol y de tralla, aunque esto también suponga
un buen espacio para su desarrollo. Es la limpieza social, pura violencia
neo-nazi difusa y anónima ejercida por chicos de orden que a finales del
milenio quieren emular a las hitlerianas SA o a las escuadras negras.
Hoy a por inmigrantes y así murió la dominicana Lucrecia; mañana a por
homosexuales o travestís y le tocó el turno a Sonia en Barcelona; ahora a
por mendigos o toxicómanos y asesinaron a Jesús Sánchez en Malasaña; después
a por jóvenes que les miran y mataron a Richard en Alcorcón. Es una especial
concepción de la violencia para imponer un orden nuevo frente a un sistema
democrático, según ellos, en fase de autodestrucción.
Su peculiar discurso alimenta una red de grupos autónomos que
no
necesita un gran sustento ideológico,
sólo la imprescindible identidad simbólica y luego la acción, alimentada por
un vale todo, fe ciega en su misión y a seguir las consignas.
Insignias, emblemas, cazadoras, botas militares con puntas metálicas.... y
también un instrumental de combate, puños de acero, navajas, cadenas,....
armas "blancas" que sirven para aterrorizar o matar si llega el caso por una
Europa blanca, de cultura y poder blanco, un instrumental de agresión que
algunos alcanzan el honor de portar armas de fuego. Junto a ello, todo un
mosaico de curiosa cobertura que produce revistas clandestinas, video-juegos
racistas, publicaciones, conciertos nazis y abundantes nutrientes humanos en
los fondos ultras de los campos de fútbol que aportan masas coléricas.
Es la semilla del odio que lleva incubándose bastante tiempo en nuestro país
y que en los últimos cinco años florece en el fértil suelo del desempleo
juvenil, corrupción, descrédito de la política y presencia obsesiva de la
violencia urbana como eje estelar de los medios de comunicación, regado
además por una fina lluvia de agitación antisistema, satanismo musical,
sectas destructivas y falsificadores de la Historia que buscan la
legitimación simbólica con el pasado mediante la negación del Holocausto.
No es violencia juvenil, que nadie se equivoque. No son broncas generadas en
alocadas discotecas. Es el nazismo moderno que busca el control del
territorio urbano y la imposición de su dominio en determinadas horas y días
de la semana.
Son actos de minorías violentas capaces de romper a placer el orden social,
algo que Enzensberger define como una guerra civil molecular que acontece
cada día en nuestras metrópolis.
Eso sí, su protagonista suele ser joven, un autista que no aspira a
revolución alguna y que se autovaloriza con la violencia, su pasión, algo
que como decía un jefe skin "te sirve para convertirte en persona, al
comprobar el terror de los demás". Es el placer del psicótico, la pulsión de
muerte freudiana, los instintos tanáticos que buscan imponerse frente al
deseo de vivir, alegría y creación que residen en la mayoría de los jóvenes.
En 1.991 la policía madrileña recibía tres denuncias de agresiones violentas
de esta naturaleza, en 1.994 se informaba que eran más de 250.
El Parlamento Europeo denuncia la existencia de 1.300 grupos ultras,
coherentes entre sí, con comportamientos similares y muy activos. Los
incendios de casas de inmigrantes y refugiados de Rostow, la caza del
africano de Magdeburgo, las profanaciones de tumbas judias en Lübeck o la
limpieza antigitana en Pisa, no están lejos ni en el tiempo ni en la
distancia. Ahora bien, hay quien piensa que si no hemos resuelto aún el
problema de la violencia etarra, como vamos a aceptar que existe un nuevo
problema, aunque se desarrolle en nuestra naríz una violencia difusa,
alimentada ideológicamente, organizada y disciplinada de carácter neo-nazi
como ya les sucede a nuestros vecinos europeos.
No basta con educar para la tolerancia, solidaridad y convivencia que aun
siendo fundamental es insuficiente; también es necesario transmitir
seguridad acabando con la impunidad de la violencia ultra e impidiendo las
condiciones para su desarrollo.
No es violencia juvenil, que nadie se equivoque; es una violencia que se
ejerce fundamentalmente contra los propios jóvenes.
Esteban Ibarra.
Presidente de Movimiento contra la Intolerancia |